Analizar las causas y llegar a la raíz de los problemas —si se hace bien y con objetividad— equivale a descubrir que la Tierra es redonda.
Pero para resolver de verdad un problema, no basta con analizarlo: hay que señalar responsables. Y eso, en nuestra sociedad, parece un acto revolucionario.
Por eso a muchos les encanta hablar y hablar sin parar. Porque hablar no cuesta. Pero los problemas no se resuelven con opiniones, se resuelven con acciones. Mientras tanto, los problemas crecen.
Ya sabemos que el vino emborracha.
¡Qué análisis tan profundo!
No es culpa del vino. Es de quien lo toma como si no tuviera mañana, y luego exige compasión desde el lodo en que él mismo se echó.
Pues bien, el problema de la gentrificación tampoco es de los gringos.
Es lógico que vengan a donde les sale más barato y pueden resolver su propia situación.
El problema está en México.
Aquí se permite cualquier práctica de usura, sin regulación, sin límites.
Se permite que se invierta en vivienda como si fuera maíz o aguacate. Y claro, eso hace que los precios se disparen.
Y eso también es usura.
Especialmente cuando se trata del precio del alquiler.
La línea entre renta justa y explotación es delgadísima. Pero hay una forma sencilla de resolverlo. Sin ideologías. Sin discursos vacíos. Sin excusas.
Te doy un ejemplo:
- ¿Alquilas una casa? Perfecto, buena inversión.
- ¿Alquilas dos? Pagas 20% de impuestos sobre ese ingreso adicional.
- ¿Tres? Pagas el 50%.
- ¿Cuatro? Pagas el 100%.
- ¿Cinco? Pagas el 120%. Porque eso ya no es negocio, es acaparamiento.
Así, sin discriminar nacionalidad, sin atentar contra la propiedad privada.
Y lo mejor: se puede aplicar hoy mismo.
Pero aquí viene el giro:
¿Quiénes son los culpables de que no se aplique una medida así?
Las autoridades.
Tanto el gobierno federal como el de la Ciudad de México.
No importa lo que hizo Felipe Calderón ni López Portillo. La solución no está en el pasado.
Está en manos del gobierno de hoy.
Y no la aplican porque ellos mismos son los rentistas.
O lo son sus amigos.
O lo son los fondos extranjeros que protegen.
O lo son las empresas nacionales que invierten en vivienda para no pagar impuestos.
Entonces, como siempre:
Complicidad y conveniencia.
Lo que pasa en México no es único: es parte de un modelo global de acaparamiento inmobiliario donde grandes fondos como BlackRock, Vanguard o similares compran barrios enteros, inflan precios y expulsan a la gente común. Está ocurriendo en Madrid, Barcelona, Lisboa, Berlín, y ahora también en CDMX, Oaxaca, Tulum, etc.
Y esto no se soluciona rompiendo vidrios en la Roma, sino con propuestas claras, concretas y aplicables.
Y como sin culpables no hay solución, ya lo sabes:
¿Quiénes son los culpables de que las cosas estén así?